Imagina que decidimos irnos de viaje pero sin saber exactamente a donde, total que cogemos el coche pongamos que en Sevilla, cogemos la N-IV y en Córdoba pensamos que en Málaga estaríamos de maravilla y buscando la A-92 se nos ocurre que con el tiempo que hace y que la nieve empieza a aparecer Granada sería ideal, cambiamos el rumbo y a la hora y media, uffff…. Que tarde que es, sin alojamiento reservado, quizás sea mejor volver a Sevilla y ya lo preparamos mejor en la próxima, y volvemos con mal humor, con muchas horas de coche, energías gastadas y sin ganas de afrontar de nuevo otro viaje.
Que duda cabe que cuando no nos marcamos un objetivo el camino se hace más difuso, menos claro, facilitando así “las distracciones”, y en muchas ocasiones perdiéndonos en nuestro despropósito, avanzando a fuerza de impulsos, sin una planificación clara.
Esta situación nos hace generar dudas constantemente, nos produce desánimo, no conseguimos avances claros y llega un momento en que ese pequeño diablillo que nos habla desde nuestro interior animándonos un día a no entrenar y otro día también se va haciendo más grande hasta ganarnos.
Pues bien lo primero que tenemos que hacer en cualquier actividad de nuestra vida es marcarnos un objetivo, que nos suponga un esfuerzo el conseguirlo y no una frustación el no hacerlo.
Piensa en un objetivo justo, adecuado a tu condición actual, que conseguirlo te haga sentirte orgulloso, aumente tu autoestima y te genere nuevos retos personales. Podrías empezar con conseguir perder esos kilos de más, tu primera carrera de 10 km . o conseguir acabar una ruta de senderismo de 20 km ., etc…
Así que lo primero es decidir a donde vamos, “si sabes a donde vas es más fácil llegar”
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